Los animales silvestres forman una parte significativa de los ciclos de transmisión de patógenos infecciosos, sirviendo como reservorios y hospederos de enfermedades con un alto impacto en humanos, y en animales, tanto domésticos como de producción.
A su vez, las enfermedades son un componente que puede limitar la diversidad biológica, restringiendo poblaciones silvestres, afectando su adecuación biológica y limitando su abundancia.
Esto puede ser de especial preocupación para especies silvestres amenazadas o de distribución limitada, las que por su constricción demográfica pueden carecer de mecanismos adaptables a los patógenos.